jueves, 4 de mayo de 2017

Watsapp murió

Ayer se produjo un breve pero colapsal caos. Las redes sociales incendiaron, las pieles se vieron irritadas por los arañazos que generó la impaciencia, el nerviosismo. Twitter se convirtió en el programa matinal de información y vivió su máximo esplendor histórico. Españoles, ayer wats app murió. Pero tranquilos, que no mucho.

Yo personalmente, y siendo sincero, no me enteré de dicha caída hasta que me metí a la red social del pajarito para nutrir mi mente de poéticos y completamente relevantes mensajes del tipo: Fulano retwitteó: los golpes duelen, pero más el silencio; Mengano retwitteó: llorarás por la sonrisa que dejaste escapar; o mi favorito: estoy más rayado que nunca. Este último (y los otros y sus derivados también) me transmite mucha pena, dado que los usuarios que lo fomentan, venga a ser el 95%, sufren ese dolor cada día, o eso dan a entender, pero este es otro tema...

Mi breve estancia en este portal, me dejó grabado en la retina un tweet que será el sujeto a tratar en este artículo. Lo escribió una mujer que desconozco y fue retwitteado por otra que sí. Venía a decir algo parecido a lo siguiente: "jajaja me acabo de enterar de que ha caído el watsapp dos horas más tarde", y, tras ello (en el mismo mensaje), la mujer anotó lo siguiente: "jajaja cuánta vida social", tratando, bajo mi punto de vista, de ridiculizar a quien hubiera escrito la primera reflexión. Me preocupa en gran medida la respuesta.

A sabiendas de que me llamarán "flipado", "visionario" o "antiguo", he de decir que me parece lamentable juzgar la vida social o la capacidad de relación de un individuo según la actividad que se tenga en una aplicación móvil. Más ridículo es, si cabe y sin ánimo de ofender a quien lo haga, llevar a cabo conversaciones de diez palabras con gente que no nos importa -y a quien no importamos- por el mero hecho de ser reconocidos en una lista de contactos por un constante "en línea".

La actividad social es valorada actualmente por tener 1000 amigos en Facebook, de los cuales nos hablan 20 y cuando les interesa, 4k en Instagram, de los cuales han escuchado nuestra voz 200, o 2k en Twitter, donde contamos nuestra vida a alguien que, con perdón, se limpia el culo con ella.

Por los hechos expuestos ruego encarecidamente reflexionar sobre la situación. La tecnología es útil, incluso necesaria en los tiempos que corren, pero bajo ningún concepto puede ser la entidad de un ser humano. Por favor, no permitamos que lo sea.

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