En el mundo que nos acontece los derechos humanos son el
decreciente atisbo de esperanza de unos y el modo de apaciguar la conciencia
propia de otros. Si prestamos atención a lo que en el papel significan, son un
bien insustituible, inquebrantable y necesario para el correcto funcionamiento
de una sociedad modernizada. Sin embargo, la aplicación de los mismos al
panorama actual deja mucha inconformidad con respecto a lo que en el papel
refleja.
Para que los derechos humanos puedan aplicarse es
imprescindible una total concienciación ciudadana y un enterramiento de todas
las ideologías que los han quebrantado a la ligera con fines autoritarios. Para
que su aplicación sea óptima se debe comenzar dicho proceso desde el respeto,
la conciencia de que cualquier ser humano, independientemente de su ideología,
procedencia, color de piel o religión, es igual a otro. Por desgracia, a lo
largo de los años y, también actualmente, los derechos humanos no se aplican de
igual manera en todos los lugares del planeta, al igual que tampoco se hace
equitativamente entre todos los individuos de una misma sociedad.
En un sistema capitalista el desarrollo de la sociedad se
basa en el libre mercado y, en él, las empresas, principales promotoras de
dicho sistema y pioneras (en algunos casos) en la no aplicación de estos
derechos, llevan a cabo cualquier actividad o toman cualquier decisión, por
repugnante que sea, con el fin de obtener bienes capitales. Determinadas
multinacionales, principalmente de ropa y similares servicios, son
propietarias, literalmente, de miles de trabajadores que emplean la mayor parte
de su jornada en actos laborales por beneficios paupérrimos, y que además, en
muchos de esos casos, no alcanzan siquiera la edad necesaria para llevar a cabo
ese servicio. En cambio, el tema a tratar no está simplemente en las
condiciones de trabajo y en los propios trabajadores, dado que esas personas
que protagonizan la explotación que quebranta los derechos humanos no solo
dependen de la insaciable sed de beneficios de multimillonarias empresas, ya
que, por norma general, las grandes multinacionales no tienen en sus filas de
trabajo a occidentales, de hecho, tampoco tienen sus fábricas allí, llámense
los destinos China, Vietnam o Bangladés.
Desde el momento en que una persona nace, estará
condicionada por su lugar de procedencia, por su cultura y por supuesto por su
color de piel, y los mismos que ejercerán el abuso de poder sobre su persona
serán aquellos que limpien su conciencia cuando se excusen en los derechos
humanos que ellos mismos ignoran. Son un simple símbolo que trata de mostrar a
aquellos que de verdad pueden presumir de gozar de derechos, o al menos eso
creen, que su felicidad es global, y que quienes gobiernan sus respectivos
países se preocupan de que todos los individuos posean comida, vivienda,
libertad de expresión y voto, cuando la realidad no es así, ni se acerca.
La realidad es que los errores de quienes tuvieron voz y
capacidad para perturbar las mentes se siguen cometiendo. Continúa la
xenofobia, el racismo, la homofobia y el abuso de poder, y mientras esto no se
haya erradicado por completo, todo seguirá como siempre, con medio mundo
creyendo ser libre y el otro medio sabiendo que no lo es.
Se recoge perfectamente esta idea en el concepto de
interculturalidad. Vivimos en un mundo muy variado en casi todos los aspectos,
y esa misma variación será el detonante de que exista la desigualdad entre
pueblos. Por poco que nos guste reconocerlo, hay un alto sector de la población
que no quiere divisar en el poder global personas que carezcan de piel blanca,
americana y corbata, al igual que tampoco quieren divisar una mujer
indicándoles lo que deben hacer, y no dudan, por tanto, en manipular estos
derechos a los que tienen acceso para encargarse de que la desigualdad
característica entre etnias y géneros continúe en el presente.
Enfocando el tema desde el ángulo opuesto es cuando, bajo
mi punto de vista, alcanzaremos la solución al problema que se ha presentado.
Los derechos humanos, como se ha dicho anteriormente, son el camino a seguir
para que se produzca una igualdad, y
únicamente mediante su aplicación se podrá visualizar un mundo alejado de la
actual deshumanización. A pesar de ello, se ha demostrado durante todos estos
años que no sirve exclusivamente con anotar ciertos puntos fundamentales en un
manuscrito y que este sea firmado por los dirigentes de los principales países.
La clave del éxito, dejando al lado la obviedad de que debe haber órganos que
controlen que estos derechos sean aplicados y sectores que castiguen a quien no
los respete, está en la educación del pueblo. Los hombres y mujeres de este
planeta deben recibir, desde sus inicios, la idea de que todos los seres
humanos son iguales entre sí, y, por lo tanto, merecen respeto al mismo nivel.
Bien es cierto que la concienciación ciudadana progresa
con el paso de los años, pero no es este el único factor que influye e influirá
en el fracaso o el triunfo de los propios derechos humanos. Mientras vivamos en
un sistema en el que las empresas sean quienes mueven los hilos de la sociedad
y sea el dinero quien decida los dirigentes mundiales, continuarán la esclavitud,
las familias sin vivienda, los trabajadores sin seguridad social, los salarios
bajo mínimos y los países de “tercer mundo”, y con ello, la destrucción de todo
aquello por lo que se ha estado luchando. En resumen, en el capitalismo,
mientras tener la conciencia sucia conlleve obtener beneficios y minimizar las
pérdidas en las empresas, la explotación laboral de los países desarrollados a
los países pobres continuará sobrepasando el límite de la indecencia humana. El
fin seguirá justificando los atroces medios.
A pesar de todo esto y posicionados en el punto de la
historia en el que nos toca vivir, será muy difícil, sino imposible, erradicar
el capitalismo y las injusticias que el mismo conlleva. El dinero, el progreso,
ha creado a estas alturas una enorme sensación de comodidad en aquellos que ya
no pueden vivir sin un teléfono inteligente, tableta, ordenador portátil o internet, y eso se consigue con
billetes y monedas.
Como conclusión, he de anotar que desde mi punto de vista
el culpable de que los derechos humanos no se apliquen en la actualidad (a
pesar de que pretendan hacernos creer todo lo contrario) es el mismo sistema
que hace feliz a la mayor parte de la población que, en los últimos años,
debido al consumo innecesario y al ansia de satisfacer necesidades que no
existen, ha pasado a ser una mera esclava más de la época del capital,
arrastrando consigo a millones de trabajadores ilegales.
J. M. Vergas
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