martes, 13 de junio de 2017

Derechos humanos

En el mundo que nos acontece los derechos humanos son el decreciente atisbo de esperanza de unos y el modo de apaciguar la conciencia propia de otros. Si prestamos atención a lo que en el papel significan, son un bien insustituible, inquebrantable y necesario para el correcto funcionamiento de una sociedad modernizada. Sin embargo, la aplicación de los mismos al panorama actual deja mucha inconformidad con respecto a lo que en el papel refleja.

Para que los derechos humanos puedan aplicarse es imprescindible una total concienciación ciudadana y un enterramiento de todas las ideologías que los han quebrantado a la ligera con fines autoritarios. Para que su aplicación sea óptima se debe comenzar dicho proceso desde el respeto, la conciencia de que cualquier ser humano, independientemente de su ideología, procedencia, color de piel o religión, es igual a otro. Por desgracia, a lo largo de los años y, también actualmente, los derechos humanos no se aplican de igual manera en todos los lugares del planeta, al igual que tampoco se hace equitativamente entre todos los individuos de una misma sociedad.

En un sistema capitalista el desarrollo de la sociedad se basa en el libre mercado y, en él, las empresas, principales promotoras de dicho sistema y pioneras (en algunos casos) en la no aplicación de estos derechos, llevan a cabo cualquier actividad o toman cualquier decisión, por repugnante que sea, con el fin de obtener bienes capitales. Determinadas multinacionales, principalmente de ropa y similares servicios, son propietarias, literalmente, de miles de trabajadores que emplean la mayor parte de su jornada en actos laborales por beneficios paupérrimos, y que además, en muchos de esos casos, no alcanzan siquiera la edad necesaria para llevar a cabo ese servicio. En cambio, el tema a tratar no está simplemente en las condiciones de trabajo y en los propios trabajadores, dado que esas personas que protagonizan la explotación que quebranta los derechos humanos no solo dependen de la insaciable sed de beneficios de multimillonarias empresas, ya que, por norma general, las grandes multinacionales no tienen en sus filas de trabajo a occidentales, de hecho, tampoco tienen sus fábricas allí, llámense los destinos China, Vietnam o Bangladés.

Desde el momento en que una persona nace, estará condicionada por su lugar de procedencia, por su cultura y por supuesto por su color de piel, y los mismos que ejercerán el abuso de poder sobre su persona serán aquellos que limpien su conciencia cuando se excusen en los derechos humanos que ellos mismos ignoran. Son un simple símbolo que trata de mostrar a aquellos que de verdad pueden presumir de gozar de derechos, o al menos eso creen, que su felicidad es global, y que quienes gobiernan sus respectivos países se preocupan de que todos los individuos posean comida, vivienda, libertad de expresión y voto, cuando la realidad no es así, ni se acerca.

La realidad es que los errores de quienes tuvieron voz y capacidad para perturbar las mentes se siguen cometiendo. Continúa la xenofobia, el racismo, la homofobia y el abuso de poder, y mientras esto no se haya erradicado por completo, todo seguirá como siempre, con medio mundo creyendo ser libre y el otro medio sabiendo que no lo es.

Se recoge perfectamente esta idea en el concepto de interculturalidad. Vivimos en un mundo muy variado en casi todos los aspectos, y esa misma variación será el detonante de que exista la desigualdad entre pueblos. Por poco que nos guste reconocerlo, hay un alto sector de la población que no quiere divisar en el poder global personas que carezcan de piel blanca, americana y corbata, al igual que tampoco quieren divisar una mujer indicándoles lo que deben hacer, y no dudan, por tanto, en manipular estos derechos a los que tienen acceso para encargarse de que la desigualdad característica entre etnias y géneros continúe en el presente.

Enfocando el tema desde el ángulo opuesto es cuando, bajo mi punto de vista, alcanzaremos la solución al problema que se ha presentado. Los derechos humanos, como se ha dicho anteriormente, son el camino a seguir para que se produzca una igualdad,  y únicamente mediante su aplicación se podrá visualizar un mundo alejado de la actual deshumanización. A pesar de ello, se ha demostrado durante todos estos años que no sirve exclusivamente con anotar ciertos puntos fundamentales en un manuscrito y que este sea firmado por los dirigentes de los principales países. La clave del éxito, dejando al lado la obviedad de que debe haber órganos que controlen que estos derechos sean aplicados y sectores que castiguen a quien no los respete, está en la educación del pueblo. Los hombres y mujeres de este planeta deben recibir, desde sus inicios, la idea de que todos los seres humanos son iguales entre sí, y, por lo tanto, merecen respeto al mismo nivel.

Bien es cierto que la concienciación ciudadana progresa con el paso de los años, pero no es este el único factor que influye e influirá en el fracaso o el triunfo de los propios derechos humanos. Mientras vivamos en un sistema en el que las empresas sean quienes mueven los hilos de la sociedad y sea el dinero quien decida los dirigentes mundiales, continuarán la esclavitud, las familias sin vivienda, los trabajadores sin seguridad social, los salarios bajo mínimos y los países de “tercer mundo”, y con ello, la destrucción de todo aquello por lo que se ha estado luchando. En resumen, en el capitalismo, mientras tener la conciencia sucia conlleve obtener beneficios y minimizar las pérdidas en las empresas, la explotación laboral de los países desarrollados a los países pobres continuará sobrepasando el límite de la indecencia humana. El fin seguirá justificando los atroces medios.

A pesar de todo esto y posicionados en el punto de la historia en el que nos toca vivir, será muy difícil, sino imposible, erradicar el capitalismo y las injusticias que el mismo conlleva. El dinero, el progreso, ha creado a estas alturas una enorme sensación de comodidad en aquellos que ya no pueden vivir sin un teléfono inteligente, tableta, ordenador portátil o internet, y eso se consigue con billetes y monedas.

Como conclusión, he de anotar que desde mi punto de vista el culpable de que los derechos humanos no se apliquen en la actualidad (a pesar de que pretendan hacernos creer todo lo contrario) es el mismo sistema que hace feliz a la mayor parte de la población que, en los últimos años, debido al consumo innecesario y al ansia de satisfacer necesidades que no existen, ha pasado a ser una mera esclava más de la época del capital, arrastrando consigo a millones de trabajadores ilegales.

J. M. Vergas


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