Nacido en un poblado abulense, pero residente en Alcobendas (Madrid), José Antonio Arrabal decidió suicidarse ayer en su domicilio produciéndose a sí mismo una parada cardíaca con un producto que había obtenido en la red. Activo en la lucha por la aprobación de la eutanasia por parte de la legislación española, este ciudadano, diagnosticado de esclerosis lateral amiotrófica, se ha ido sin obtener resultados en una sociedad donde ni siquiera puedes decidir sobre tu propio sufrimiento, más concretamente sobre si seguir, o no, padeciéndolo.
Padre de dos hijos y esposo, grabó el proceso en el que se vio obligado a sumirse asegurando así, consecuentemente, la no participación física de sus seres queridos en su decisión. Lo llevó a cabo, por tanto, en solitario, cuando su familia no se encontraba en casa, sabedores o no de lo que iba a suceder.
Pasó por la mente de José Antonio la posibilidad de ir a Suiza para someterse a un tratamiento de suicidio asistido, según desvela El País, por la cantidad de 12000 euros. Sin embargo, la meditación se tornó en negativa, alegando que ese dinero debería ir destinado a sus hijos.
No vivió toda su vida con esta enfermedad, así como cuando la tuvo no siempre fue en la más alta de las magnitudes. La ELA llamó tarde a su puerta y, como quien siempre se retrasa, entró sin preguntar en su historia. Probablemente fuera la nostalgia de unos interminables paseos llevados a cabo por su propio pie, o quizás el remordimiento que le causaba sentirse como un obstáculo en el desarrollo vital de su familia, lo que le llevó a decidir alejarse de ella, aquellos que no lo conocimos nunca lo sabremos.
La eutanasia es requerida por un gran número de individuos que encuentran en ella la solución a un problema interminable. Éste es un caso de entre muchos, el de José Antonio Arrabal, quien vio su ilusión asesinada por un sistema estancado en el medievo.
J.M.Vergas
J.M.Vergas
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